Tanto por escribir y tan vacío el hablar,
palabras que el viento se empeña en arrastrar.
Flotan, sin un rastro de pesar,
tanto esperé de ti, solo me diste el efímero palpitar
de un amor fugaz, entre sábanas, a oscuras, sin soñar.
Quédate aquí, entre el algodón y piel,
susurras ‘te amo’, ¿sin herir, sin temer?
Déjame ver la verdad tras tu mirar,
ven aquí, descorre el velo, deja de actuar.
Queda tanto por plasmar,
nuestra historia aún puede brillar.
No es un carrusel que gira sin llegar,
ni un recuerdo que deseo encadenar
a los rincones sombríos de mi pensar.
No quiero en tu piel los fantasmas hallar,
ni en mi lealtad, solamente, errar.
¿Por qué no puedes amarme con claridad,
como yo te amo, con fervor y lealtad?
En este refugio compartido, hemos bebido
de un vaso de espinas y rosas, sin olvido.
Es un infierno sin ti, un escenario vacío,
para almas desgarradas, un retiro frío.
Un desierto sin fe, si no estás conmigo,
un fuego que en mi piel revives sin motivo.
Sin tu toque, el desprecio desequilibra mi sentido,
mi cuerpo se adapta a tu indiferencia,
y en silencio, por ti, voy muriendo, en ausencia.
Sediento de tus labios, de tu esencia,
no se trata solo de tocar, sino de ver la presencia
más allá de la vestimenta, en esencia.
Quédate aquí, no partas a la deriva,
dime ‘te amo’ y que sea sin prisa.
Ven, descubre mi rostro, mi alma desnuda,
quédate aquí, en nuestra fortaleza muda.
No sé cuánto más resistiré sin tu abrazo,
la paciencia se agota rápido, el amor se hace pedazos.
Es un arte sobrellevar lo que hemos vivido,
la distancia, el desapego convertido en desasosiego,
no pido un hogar eterno, solo permanecer en el vuelo.
A veces un juego cruel del ego,
decir que “no te quiero”,
un error del que no puedo huir,
porque un día sin aviso, partiré,
y tú también, sin un adiós, sin un fin.
Te preguntarás, ¿dónde quedó
el amor que te juré? Dios sabrá.

