Hace alrededor de 22 años, el sonido de la máquina de escribir de mi padre era mi canción de cuna. Acostada bajo las sábanas de la cama de mis papás, con el sonido de la respiración de mi madre a un lado; escuchaba de lejos las teclas que mi papá presionaba, mientras yo imaginaba las historias que al día siguiente me contaría.
Esos momentos en la mañana, acostados, todavía en la penumbra del cuarto; me dieron la felicidad suficiente para superar la ausencia de ese hombre que me heredó, entre muchas cosas, el don de la escritura. Compartir nuestras historias inventadas se volvió un ritual, y desde que él murió yo he seguido contándoselas mientras las escribo. Y él me las cuenta en mis sueños.
Escribir se volvió el motor que me ayudó a salir de la depresión y la ansiedad que la muerte de mi papá me dejó. Las palabras se volvieron mi escudo contra la triste y dura realidad.
Mi primer haiku fue de una libélula que busca la libertad en el cielo, esa libélula soy yo, la libertad me la dan las palabras mientras escribo e imagino.
Esta editorial es un sueño hecho realidad, anhelo se vuelva un útero para dar vida a muchos libros, que exciten mentes, que sorprendan lectores.